“Puedo explicar mi reclusión en este lúgubre lugar, convencida desde los albores de mi existencia de la inanidad de ésta.
Podría haber elegido rebelarme y poniendo al cielo por testigo de la iniquidad de mi suerte, nutrirme de los recursos de violencia que nuestra condición alberga. Pero la escuela hizo de mi un alma a la que la vacuidad de su destino no condujo mas que a la renuncia y al enclaustramiento. La maravilla de mi educación había abonado en mí el dominio de toda pulsión; puesto que la escuela me había hecho nacer, le debía lealtad y me avine pues a las intenciones de mis educadores convirtiéndome dócilmente en un ser civilizado. De hecho, cuando la victoria sobre la agresividad del primate se apodera de esas armas prodigiosas que son los libros y las palabras, la empresa es sencilla, y así es como me convertí en un alma educada que extraía de los signos escritos la fuerza para resistir a su propia naturaleza”
Podría haber elegido rebelarme y poniendo al cielo por testigo de la iniquidad de mi suerte, nutrirme de los recursos de violencia que nuestra condición alberga. Pero la escuela hizo de mi un alma a la que la vacuidad de su destino no condujo mas que a la renuncia y al enclaustramiento. La maravilla de mi educación había abonado en mí el dominio de toda pulsión; puesto que la escuela me había hecho nacer, le debía lealtad y me avine pues a las intenciones de mis educadores convirtiéndome dócilmente en un ser civilizado. De hecho, cuando la victoria sobre la agresividad del primate se apodera de esas armas prodigiosas que son los libros y las palabras, la empresa es sencilla, y así es como me convertí en un alma educada que extraía de los signos escritos la fuerza para resistir a su propia naturaleza”
Ya de pequeña me escondía de mi timidez leyendo en mi cuarto libros, comic y novelas que me convertían en protagonista de inverosímiles historias… ¡ Que feliz fui soñando !
Unos años después los dejé un poco relegados, y me empeñé en convertirme en mujer trabajadora, madre y esposa… ¡ Que gran error !
Pero fueron los años de hospitalizaciones continuas y permanentes que pasé con mi hijo, los que de nuevo me acercaron al poderoso mundo de los libros:
“Veinte días en un hospital dan para mucho.
Es un tiempo que parece perdido, horas interminables se suceden unas a
otras. Entonces te dices hay que aprovechar este tiempo y… empiezas a
leer. Los libros tienen el poder de hacerte viajar a sitios lejanos sin moverte del lugar”
Ahora a sido mi falta de conexión a internet la que me ha permitido dedicar todos mis ratitos de ocio (que en Semana Santa han sido demasiados) a la lectura. Me ha venido bien poner al día un montón de lecturas pendientes, pero sobre todo he ratificado lo que ya sabia; que por encima del mundo virtual y de las situaciones inverosímiles donde me coloque la vida, la lectura siempre será mi compañera, mi válvula de escape, ese refugio que nunca me falla.
“Cuando
estoy angustiada, me recluyo en mi refugio. No hace falta viajar; me
basta ir a las esferas de mi memoria literaria. Pues ¿Qué distracción hay más noble, qué compañía más distraída, qué contemplación más deliciosa que la de la literatura?”

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